3. La emblemática religiosa
La emblemática sacra trasladó este lenguaje simbólico al ámbito de la fe. Los jesuitas fueron sus grandes cultivadores, al entender que la imagen, correctamente interpretada, podía mover los afectos y conducir a la meditación espiritual. Obras como el Paradisus sponsi et sponsae de Jan David (1607), Lux evangelica de Engelgrave (1655) o el Mater amoris et doloris de Antonius Ginter (1741) son ejemplos paradigmáticos. En el ámbito hispano, libros como Flores de Miraflores (1659) de Fray Nicolás de la Iglesia adaptaron este lenguaje a la devoción mariana, integrando la imagen como vía de contemplación teológica. En todos ellos, el emblema se convierte en instrumento de oración, donde la alegoría sustituye al dogma y la imagen devota enseña a sentir y a creer.

