El Flores de Miraflores de Fray Nicolás de la Iglesia, prior de la Cartuja de Burgos, es una de las obras más notables de la emblemática mariana española del Siglo de Oro. Concebido en el contexto de la intensa devoción a la Inmaculada Concepción que caracterizó la España del siglo XVII, el libro recoge y amplía los jeroglíficos que el autor había mandado pintar en una capilla dedicada a la Virgen en la Cartuja de Miraflores, transformando así un programa pictórico en una obra escrita y simbólica.

El tratado, compuesto por 51 emblemas, se dedica íntegramente al misterio de la Inmaculada. Cada jeroglífico combina un mote en latín, una pictura grabada y un epigrama en castellano, seguidos de un extenso comentario en prosa en el que el autor interpreta los símbolos con abundantes citas bíblicas y patrísticas. Los grabados, de factura popular pero expresiva, fueron realizados en buena parte por I. Seguenot y presentan un estilo retablístico, enmarcando cada imagen en arquitecturas ornamentadas. Muy interesantes son las dos portadas, del mismo grabador, una de ellas con una vista de la Cartuja de Miraflores burgalesa y otra con la imagen mariana utilizada por De la Iglesia para dedicar la capilla y que habría, como él mismo indica, sacado de entre las esculturas del magnífico sepulcro de Juan II y su segunda esposa, Isabel de Portugal, obra de Gil de Siloé entre 1489 y 1493.
La obra se inspira en las Letanías Lauretanas, las mariologías medievales y los textos del Antiguo Testamento, de los que Nicolás extrae símbolos que aplica a la Virgen: el Arca de Noé, la Puerta del Cielo, la Rosa Mística, el Pozo de Aguas Vivas o la Columna de Salomón. Estos emblemas visualizan las virtudes y prerrogativas de María, interpretada como nuevo Arca, Sede de la Sabiduría y modelo de pureza inmaculada.
Más allá de su valor artístico, Flores de Miraflores representa un hito en la iconografía de la Inmaculada y en la consolidación de una emblemática teológica. El texto de fray Nicolás traslada el lenguaje del símbolo visual al discurso devocional, convirtiendo la imagen en instrumento de contemplación y enseñanza doctrinal.
La literatura emblemática mariana surge en el contexto de la Contrarreforma como una forma de devoción visual y textual centrada en la exaltación de la Virgen María, especialmente bajo el misterio de la Inmaculada Concepción. Inspirada en el modelo humanista de Alciato pero transformada por la espiritualidad barroca, esta corriente convierte el emblema en instrumento de meditación, catequesis y contemplación teológica.
Esta literatura no busca la erudición alegórica del Renacimiento, sino la afectividad y la instrucción espiritual propias del Barroco. Su objetivo es mover la sensibilidad del lector y conducirlo hacia la imitación de las virtudes marianas, integrando palabra e imagen como vehículos de fe.
Su eco en programas iconográficos marianos fue amplio, como por ejemplo en la sillería de la catedral de Tuyo la iglesia de Nuestra Señora de las Ermitas, de la diócesis de Astorga, pero en la provincia de Orense.
Bibliografía
Andrés González, Patricia, «Emblemas marianos de la Capilla de la Virgen en la Cartuja de Burgos: el modelo pintado y su repercusión iconográfica», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, Tomo 69-70, 2003-2004, pp. 383-409
Andrés González, Patricia, «Las pinturas barrocas de la capilla de la Virgen de Miraflores (Burgos)», Estudios de historia del arte: homenaje al profesor de la Plaza Santiago, coord. por Jesús María Parrado del Olmo, Fernando Gutiérrez Baños, 2009, pp. 63-70.
Escalera Pérez, Reyes, «Emblemática mariana. Flores de Miraflores de fray Nicolás de la Iglesia», IMAGO. Revista de Emblemática y Cultura Visual, 1 (2009), pp. 45–63.
Patricia Andrés González

