1. El origen de la emblemática: el jeroglífico
El punto de partida se encuentra en la fascinación renacentista por los jeroglíficos egipcios, considerados durante siglos un lenguaje sagrado que encerraba los misterios del saber antiguo. Obras como el Hieroglyphica atribuido a Horapolo(redescubierto en 1419 e impreso en 1505, y del que en Santa Cruz se conserva una edición de 1727) ofrecieron un repertorio de imágenes alegóricas interpretadas moralmente, donde cada figura del mundo natural poseía un valor simbólico. En el siglo XVI, eruditos como Pierio Valeriano en su Hieroglyphica (1556, conservamos varios ejemplares de esa edición y de la de 1586) ampliaron este legado, vinculando la sabiduría egipcia con la filosofía cristiana. De esta herencia nació el principio que regiría toda la emblemática: la convicción de que la imagen es portadora de verdad moral y vehículo del conocimiento.
